En los últimos años, la movilidad sostenible se ha convertido en un tema central en el debate ambiental.
Los automóviles, responsables de una parte importante de las emisiones globales de CO₂, son uno de los principales objetivos de las políticas de transición ecológica.
Sin embargo, en el panorama de soluciones alternativas, a menudo surge la pregunta: ¿es mejor un coche eléctrico o un coche híbrido?
La respuesta no es sencilla, ya que entran en juego varios factores: desde el origen de la energía hasta la producción de baterías y el ciclo de vida completo del vehículo.
Impacto ambiental durante la producción
Uno de los primeros aspectos a considerar es el proceso de fabricación.
Los coches eléctricos, aunque no emiten gases durante su uso, tienen un impacto inicial más alto en comparación con los vehículos híbridos.
Esto se debe principalmente a la producción de baterías de litio, que requiere la extracción de materiales como litio, cobalto y níquel, a menudo en países donde se cuestionan las condiciones laborales y el impacto ambiental.
Según un informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente, la producción de un coche eléctrico puede emitir hasta un 60% más de CO₂ que un coche con motor de combustión interna, y algo menos si se compara con un coche híbrido.
Los coches híbridos, por otro lado, contienen una batería más pequeña y componentes mecánicos similares a los de un coche de gasolina, lo que los hace más ligeros y menos intensivos en energía durante la producción.
Sin embargo, no están exentos de críticas, ya que la combinación de dos sistemas (térmico y eléctrico) implica igualmente un mayor uso de materiales y recursos.
Ambas tecnologías, por tanto, presentan costes ambientales significativos desde el inicio de la vida útil del vehículo, que deben tenerse en cuenta al evaluar su sostenibilidad general.
Consumo y emisiones durante el uso
Desde este punto de vista, los coches eléctricos muestran sus principales ventajas.
Durante su uso, un vehículo eléctrico no emite gases de escape y reduce a cero las emisiones directas.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la electricidad necesaria para la recarga puede provenir de fuentes fósiles, lo que afecta al impacto total.
En países donde la red eléctrica se alimenta principalmente de fuentes renovables (como Noruega o Islandia), los coches eléctricos tienen una huella ambiental mucho menor que los híbridos.
En Italia, según el GSE (Gestor de los Servicios Energéticos), la cuota de energía eléctrica procedente de fuentes renovables superó el 36% en 2023, lo que hace que el balance ambiental de los coches eléctricos ya sea competitivo.
Los coches híbridos, en cambio, alternan el uso del motor eléctrico con el de combustión.
En recorridos urbanos y a baja velocidad, el motor eléctrico permite reducir las emisiones, pero en trayectos largos o a alta velocidad predomina el uso del motor térmico, lo que aumenta el consumo.
Los datos del Ministerio de Infraestructuras y Transportes de Italia muestran que los coches híbridos full o mild logran una reducción media de emisiones de entre el 10% y el 25% en comparación con los coches tradicionales de gasolina.
En definitiva, la sostenibilidad en el uso en carretera está estrechamente relacionada con el contexto energético local y los hábitos de conducción.
Duración de las baterías e impacto en el ciclo de vida
Uno de los aspectos más debatidos es la duración y reutilización de las baterías.
Las baterías de litio de los coches eléctricos duran, en promedio, entre 8 y 15 años, dependiendo del uso, las recargas y las condiciones climáticas.
Al final de su vida útil, pueden reutilizarse en aplicaciones estacionarias (como el almacenamiento doméstico) o reciclarse, aunque los procesos para recuperar metales críticos siguen siendo complejos y costosos.
Los coches híbridos utilizan baterías más pequeñas, menos impactantes, pero también con menor eficiencia y autonomía.
La ventaja es que pueden apoyarse en el motor térmico, reduciendo el riesgo de degradación prematura, aunque esto implica seguir utilizando combustibles fósiles.
Además, la eliminación de las baterías híbridas, aunque menos costosa, debe realizarse en centros autorizados, ya que contienen materiales potencialmente contaminantes.
El tema de las baterías sigue siendo central: desde la extracción hasta la gestión del fin de vida, influyen significativamente en el balance ambiental del vehículo.
Eliminación y final de vida útil
La sostenibilidad de un vehículo no termina cuando deja de ser utilizable.
La gestión de su fin de vida y la posibilidad de recuperar materiales también juegan un papel clave.
Los coches eléctricos, por ejemplo, deben ser desechados de forma segura, especialmente en lo que respecta a sus baterías de alto voltaje.
La Directiva 2000/53/CE de la Unión Europea (conocida como la normativa “ELV” – End-of-Life Vehicles) exige que al menos el 95% del peso del vehículo sea recuperado y reciclado.
Sin embargo, el reciclaje completo de las baterías de litio sigue siendo un reto: algunos procesos ya existen, pero la recuperación de elementos como el litio y el cobalto no siempre es eficiente o rentable.
En el caso de los coches híbridos, el sistema doble (eléctrico y térmico) hace que la separación y el tratamiento de los componentes sean más complejos, aunque la presencia de baterías más pequeñas hace que el proceso sea ligeramente menos crítico.
La implementación de una cadena de suministro circular será determinante para mejorar la sostenibilidad de ambas soluciones, aunque actualmente los coches eléctricos requieren más atención e inversiones en este ámbito.
Disponibilidad de infraestructuras y practicidad
Otro aspecto clave para evaluar la sostenibilidad es la facilidad de recargar el vehículo con energía limpia.
Los coches eléctricos requieren una red de recarga amplia y funcional y, idealmente, deberían recargarse con energía solar o eólica.
En Italia, según datos de Motus-E, en 2024 hay más de 50.000 puntos de recarga públicos, pero la distribución sigue siendo desigual, con una fuerte brecha entre el norte y el sur.
Los coches híbridos no necesitan estaciones de carga (excepto los modelos enchufables), lo que los hace más versátiles, especialmente en contextos donde la red eléctrica para coches aún es limitada.
Sin embargo, esta comodidad también implica una mayor dependencia de la gasolina o el diésel.
Costes ambientales ocultos y uso responsable
Por último, es importante recordar que ningún coche es realmente “de impacto cero”.
La producción, el uso y la eliminación conllevan un impacto que puede reducirse, pero no eliminarse por completo.
El coche más sostenible, según muchos expertos, es el que menos se utiliza y, en este sentido, invertir en transporte público, movilidad activa (bicicletas, patinetes, caminatas) y car sharing también es fundamental.
El enfoque hacia la propiedad también influye en la sostenibilidad: elegir un coche compacto, con una batería adaptada a las necesidades reales, y recargarlo con energías renovables son decisiones que marcan la diferencia.
Entonces, ¿quién gana entre eléctrico e híbrido?
No hay una única respuesta válida para todos.
En términos de emisiones directas y potencial a largo plazo, los coches eléctricos representan la solución más sostenible, siempre que se alimenten con energía renovable y se produzcan con una cadena de suministro transparente.
Los coches híbridos, por su parte, son una buena opción de transición, sobre todo en países donde la red de recarga aún es limitada o para quienes realizan trayectos mixtos.
El verdadero reto no es tanto elegir entre eléctrico o híbrido, sino repensar nuestra forma de movernos, adoptando soluciones integradas y responsables que pongan en el centro el medio ambiente y las necesidades reales de las personas.